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La tensión financiera por el dólar comienza a golpear la economía real

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La persistente volatilidad del mercado financiero y la sostenida suba del dólar han traspasado la barrera de los análisis de coyuntura para comenzar a mostrar su impacto directo y tangible en la economía real. Pequeñas y medianas empresas (PyMEs), comerciantes y consumidores finales ya sienten los efectos de una moneda que pierde valor y de una incertidumbre que se traduce en aumentos de precios, desabastecimiento de insumos y una marcada desaceleración de las ventas. La tensión en la “City” ya no es solo un problema de los grandes inversores, sino que se ha convertido en una preocupación cotidiana para millones de argentinos.

La suba del dólar actúa como un acelerador de la inflación. Las empresas que dependen de insumos importados se ven obligadas a recalcular sus costos casi a diario, lo que se traduce en un traslado a precios inevitable. El consumidor final es el que más sufre las consecuencias, viendo cómo los precios en el supermercado y en los comercios de barrio se ajustan al alza, licuando aún más su poder de compra y afectando su capacidad de ahorro.

Un relevamiento reciente de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC) reporta que un 60% de los comerciantes ha percibido una desaceleración de las ventas en el último mes. “La gente está más cautelosa. El dólar nos genera mucha incertidumbre y la gente prefiere resguardar sus pesos en lugar de gastar”, comentó el dueño de una ferretería en la Ciudad de Buenos Aires. Esta contracción del consumo es una de las primeras señales del impacto de la crisis financiera en la vida cotidiana.

Además, la volatilidad cambiaria genera problemas en la cadena de pagos y en el abastecimiento. Muchos proveedores han suspendido las entregas o exigen el pago al contado, ya que no pueden estimar el valor de sus productos a mediano plazo. Las PyMEs, sin espalda financiera para afrontar estos cambios, son las más afectadas, lo que pone en riesgo la producción y el empleo en diversos sectores. La falta de un tipo de cambio de referencia claro y estable paraliza la toma de decisiones y el flujo de la economía.

La situación es un reflejo de que la estabilidad financiera no es un fin en sí mismo, sino una condición necesaria para el desarrollo de la economía real. La brecha cambiaria y la falta de reservas en el Banco Central son el origen del problema, y mientras no se resuelvan, la tensión se seguirá manifestando en el día a día de las empresas y las familias. La política económica, por lo tanto, no puede concentrarse solo en los indicadores macro, sino que debe ofrecer soluciones que devuelvan la previsibilidad al sector productivo.

En este escenario de incertidumbre, la economía argentina se encuentra en una encrucijada. La tensión financiera está comenzando a cobrar su factura en la economía real, amenazando con una recesión más profunda y una aceleración de la inflación. La urgencia de un plan de estabilización que devuelva la confianza y que permita a los agentes económicos planificar a mediano y largo plazo es más evidente que nunca. El futuro económico del país dependerá de la capacidad del gobierno para contener el dólar y, al mismo tiempo, proteger la producción y el empleo.

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