Rusia ejecutó un ataque masivo y coordinado sobre territorio ucraniano, utilizando más de 700 bombardeos en una sola jornada, lo que constituye una de las ofensivas aéreas más intensas de los últimos meses de la guerra. La andanada, que involucró misiles, drones y artillería, se concentró en diversas regiones, dejando al menos un muerto y varios heridos en la ciudad de Zaporizhzhia, un punto crítico en la línea de frente.
La magnitud del ataque ruso evidencia un incremento en la capacidad ofensiva y el intento de saturar las defensas aéreas ucranianas. Los bombardeos no solo apuntaron a objetivos militares, sino también a infraestructura crítica, buscando diezmar la capacidad energética y logística del país justo al comienzo de la temporada invernal, lo que agrava la crisis humanitaria.
Zaporizhzhia, una ciudad cercana a la línea de contacto y con una central nuclear bajo control ruso, fue una de las zonas más afectadas. Las autoridades locales informaron que el ataque provocó la muerte de un civil y causó múltiples heridos, además de daños significativos en zonas residenciales. La cercanía de los bombardeos a la central nuclear reaviva las preocupaciones internacionales sobre un posible desastre radiológico.
El Ministerio de Defensa ucraniano ha condenado la ofensiva, señalando que la táctica de ataque masivo busca minar la moral de la población y agotar los arsenales de defensa proporcionados por Occidente. La respuesta de Kiev se centró en la necesidad urgente de reforzar sus sistemas antiaéreos, incluyendo misiles de largo alcance y tecnología de detección de drones, para mitigar futuros ataques de esta escala.
A nivel internacional, el ataque generó una nueva ola de condenas por parte de la OTAN y la Unión Europea, que lo calificaron como una flagrante violación del derecho internacional y un crimen de guerra. No obstante, el bombardeo coincide con el debate sobre el suministro de armas más sofisticadas a Ucrania, un tema que Rusia utiliza para aumentar la presión y advertir sobre la escalada del conflicto con Occidente.
Esta ofensiva masiva subraya la determinación de Rusia por mantener la iniciativa en el campo de batalla y la necesidad de Ucrania de recibir apoyo militar sostenido. La guerra se mantiene en una fase de alta intensidad, donde los ataques a la infraestructura civil no son solo un acto militar, sino una táctica de presión psicológica y económica que pone a prueba la resiliencia del Estado ucraniano.





