El senador nacional Martín Lousteau, principal referente de Evolución Radical y candidato a diputado, concretará un hito político crucial al reunirse con la cúpula de gobernadores de la Unión Cívica Radical (UCR), en lo que representa un claro intento de la fuerza centenaria por romper el actual esquema de polarización política en el tramo final hacia las elecciones legislativas. Esta “foto de unidad” no solo busca blindar su candidatura en la Ciudad de Buenos Aires, sino también posicionar a la UCR como una alternativa de gestión seria y federal frente al binomio oficialismo-kirchnerismo.
La estrategia se centra en exhibir el músculo territorial y de gestión que conserva el radicalismo a través de sus mandatarios provinciales. La cumbre contará con la presencia de gobernadores de distritos clave —entre ellos, referentes de provincias con peso electoral y capacidad productiva—, quienes buscan proyectar a la UCR como el vehículo de la “ancha avenida del medio”, capaz de sumar volumen político fuera de las extremas que dominan la escena nacional. El objetivo es claro: capitalizar el desgaste de la polarización y atraer al votante desencantado que busca estabilidad y experiencia de gobierno.
El encuentro, cuidadosamente orquestado a pocos días de los comicios, intenta compensar la falta de una figura presidencial definida y, al mismo tiempo, reafirmar la identidad propia del partido. En este sentido, la presencia de los gobernadores funciona como un aval de la capacidad de la UCR para garantizar gobernabilidad y equilibrio institucional, un mensaje contrapuesto a la constante confrontación que atraviesa al Congreso y al Ejecutivo. Este respaldo territorial es vital para Lousteau, quien necesita fortalecer su imagen de líder nacional más allá de su bastión en la Capital Federal.
Analistas políticos señalan que esta movida obedece a la necesidad imperiosa del radicalismo de consolidar una base electoral que le permita ser un factor de poder determinante en el próximo escenario parlamentario. La UCR busca aumentar su bancada de diputados para erigirse como el fiel de la balanza en un Congreso que se prevé atomizado, donde cada bloque será fundamental para aprobar leyes y garantizar la gobernabilidad de cualquier signo político. Una bancada radical fuerte será una garantía de “moderación” y “diálogo” ante la radicalización de los extremos.
El desafío de la UCR no es menor, ya que, si bien la gestión provincial de sus mandatarios es un activo, la fuerza debe diferenciarse de manera creíble de Juntos por el Cambio (JxC) —su coalición histórica, ahora en crisis— y, a su vez, evitar ser absorbida por la dinámica electoral que polariza entre el oficialismo y Unión por la Patria. El riesgo latente es que, pese a la “foto de unidad”, los votos se fuguen hacia las opciones más extremas, dejando a la UCR en una posición de irrelevancia parlamentaria, perdiendo la oportunidad de influir en las decisiones cruciales que se avecinan, especialmente las económicas y de reforma del Estado.
En definitiva, la cumbre de la UCR con sus gobernadores antes de la elección se lee como un último intento de recuperar la iniciativa política y ofrecer al electorado una narrativa de centro y gestión. El éxito de esta estrategia no solo se medirá en la cantidad de bancas obtenidas, sino en si el radicalismo logra, finalmente, desmarcarse de la grieta para transformarse en un articulador real y necesario, o si la polarización terminará por marginar a los espacios que promueven un debate más racional y constructivo.
