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DESPLIEGUE SIN PRECEDENTES: EL GERALD R. FORD ELEVA LA PRESENCIA MILITAR DE EE. UU. EN EL CARIBE A NIVELES HISTÓRICOS Y DISPARA LA TENSIÓN REGIONAL

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La llegada del portaaviones nuclear USS Gerald R. Ford a aguas del Caribe ha marcado un hito en la estrategia de proyección de poder de Estados Unidos en la región, elevando la presencia militar estadounidense a niveles sin precedentes en décadas. Este superportaaviones, el más grande y avanzado del mundo, trae consigo no solo una plataforma de combate inigualable, sino también un aumento de más de 15.000 efectivos a la zona, una escalada que ocurre en un momento de alta fricción diplomática y operativos antidrogas intensificados.

El traslado del Ford al área de responsabilidad del Comando Sur de EE. UU. se produce después de una abrupta orden del secretario de Defensa, Pete Hegseth, para reubicar la nave desde el Mediterráneo Oriental. Si bien la Marina de EE. UU. ha identificado su ubicación solo como el “Atlántico occidental”, fuentes militares de alto rango confirmaron su movimiento hacia el Caribe, lo que aumenta significativamente la capacidad de Washington para llevar a cabo ataques aéreos contra objetivos tanto marítimos (embarcaciones sospechosas de narcotráfico) como terrestres, en una clara alusión a la escalada de la presión militar sobre el régimen de Venezuela.

La justificación oficial de la Casa Blanca se centra en la intensificación de la “Operación Antidrogas” en el Pacífico y el Caribe. Los datos proporcionados por el Pentágono confirman la agresividad de esta ofensiva, que desde principios de septiembre ha resultado en 19 ataques contra presuntas narcolanchas, con un saldo de al menos 76 personas muertas. No obstante, para muchos analistas, el despliegue del portaaviones, valorado en más de $13.000 millones, trasciende la lucha contra el contrabando, constituyendo una clara señal de fuerza dirigida a Caracas.

El poderío del grupo de ataque del Ford es inmenso. El portaaviones, que da nombre a una nueva clase de buques capitales propulsados por energía nuclear, está escoltado por destructores como el USS Bainbridge, el USS Mahan, y el USS Winston Churchill, los cuales están equipados con misiles de largo alcance, incluidos los Tomahawk. Esta fuerza naval se suma a otros ocho buques de guerra, cazas F-35 y al menos un submarino de propulsión nuclear ya desplegados en la zona, lo que refuerza la capacidad estadounidense para “detectar, monitorear e interrumpir” actividades ilícitas.

La respuesta del gobierno de Nicolás Maduro no se ha hecho esperar, que ha acusado a Washington de intentar “fabricar una nueva guerra” y “robar la inmensa riqueza petrolera” del país. En consecuencia, el régimen chavista ha intensificado sus maniobras y ha ordenado la movilización general de sus fuerzas armadas, buscando fortalecer la cohesión interna y mostrar preparación defensiva ante lo que considera “la mayor amenaza que nuestro continente ha enfrentado en los últimos 100 años”.

La presencia del USS Gerald R. Ford en el Caribe es un movimiento de “diplomacia de cañonera” en el siglo XXI. Más allá de su función antidrogas, este despliegue representa un cálculo geopolítico de alto riesgo que podría intensificar el conflicto en Venezuela o, alternativamente, sentar las bases para una negociación de fuerza. La comunidad internacional y los gobiernos latinoamericanos observan con cautela cómo esta acumulación de poder militar afectará la estabilidad regional y si la inminente presencia del “superportaaviones” se traducirá en acciones concretas que superen los ataques a las redes de narcotráfico.

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