Argentina se encuentra en una posición inminente para regresar al mercado internacional de deuda después de un período de ocho años, una posibilidad impulsada por la significativa reducción del riesgo país tras las elecciones de medio término. El indicador EMBI de JP Morgan, que mide el diferencial de rendimiento de la deuda, se ha ubicado en un rango de 630-650 puntos básicos, una mejora sustancial respecto a los 1080 puntos que registraba previamente, abriendo una ventana de oportunidad para que el Estado Nacional concrete una emisión de bonos.
La principal motivación detrás de este posible regreso es la necesidad de afrontar vencimientos de deuda cercanos a los 4.000 millones de dólares en enero próximo. Fuentes cercanas al Ministerio de Economía sugieren que la emisión podría concretarse bajo la modalidad de activos colaterales, un formato en el que Argentina entregaría una cartera de activos para asegurar el pago, buscando así captar “dólares frescos” con tasas de interés más competitivas.
El apetito de los inversores se ha visto revitalizado. Eric Ritondale, economista jefe de PUENTE, señala que con la deuda soberana de corto plazo rindiendo en un solo dígito, “el regreso luce muy cerca”. Por su parte, Juan José Vázquez, Head of Research en Cohen, se mostró más optimista, sugiriendo que la recompra de bonos cortos realizada por el Gobierno podría allanar el camino para una emisión externa con tasas no superiores al 7,7%.
A pesar de la euforia en el mercado local, el acceso sostenible al crédito internacional aún presenta desafíos. Aunque el riesgo país ha caído, las tasas que se deberían pagar por nueva deuda no son tan bajas como para garantizar una estrategia de financiamiento a largo plazo sin riesgos. Además, analistas recuerdan que el país sigue calificado como mercado stand alone por el MSCI de Morgan Stanley, un indicador que refleja las limitaciones y la percepción de riesgo persistente por parte de los grandes inversores institucionales globales.
El historial reciente de Argentina en los mercados, marcado por el default de 2001 y el canje de 2020, obliga a la cautela. Si bien la reapertura es crucial para normalizar las finanzas y recomponer reservas, el éxito de la operación dependerá no solo del momento elegido, sino también de la credibilidad que el Gobierno logre sostener a través de la disciplina fiscal y un plan económico coherente.
La potencial emisión externa no solo serviría para cubrir vencimientos, sino que enviaría una señal de confianza a los mercados, fundamental para atraer inversión extranjera directa. No obstante, el riesgo de volver a incurrir en un sobreendeudamiento prematuro y costoso es real. El desafío del equipo económico radicará en utilizar esta ventana de oportunidad con una estrategia prudente y acotada, evitando los errores del pasado reciente y consolidando la senda de la reducción del riesgo sistémico.





