En un preocupante agravamiento de la situación, los opositores venezolanos que se encuentran asilados en la embajada argentina en Caracas han quedado sin suministro eléctrico, una medida que refuerza el cerco impuesto por el régimen de Nicolás Maduro. Según denunció Pedro Urruchurtu Noselli, destacado dirigente opositor, esta táctica busca intensificar la presión sobre quienes se refugiaron en la sede diplomática tras ser perseguidos por el chavismo.
La situación en la embajada argentina, que actualmente está bajo la protección del gobierno de Brasil debido a la expulsión de los diplomáticos argentinos por el régimen, se torna cada vez más insostenible. Sin acceso a servicios básicos como la electricidad, los asilados enfrentan condiciones de vida precarias, limitadas además por la falta de alimentos, medicamentos y comunicación con el exterior. “Es un intento descarado de quebrar psicológicamente a los refugiados y obligarlos a rendirse”, declaró Urruchurtu.
Desde que el régimen de Maduro consolidó su control sobre las instituciones venezolanas, las sedes diplomáticas han sido blanco de hostigamientos como parte de una estrategia para debilitar la protección internacional hacia disidentes y opositores. En este caso, la embajada argentina no solo enfrenta cortes de luz, sino que está rodeada por fuerzas de seguridad que restringen el acceso de personas y suministros. La comunidad internacional, hasta el momento, ha guardado relativo silencio sobre esta situación.
Por su parte, el gobierno brasileño, encabezado por Luiz Inácio Lula da Silva, ha solicitado explicaciones al régimen de Maduro y reafirmado su compromiso con el resguardo de los asilados en la sede diplomática. Sin embargo, hasta el momento no se han tomado medidas concretas que garanticen la seguridad de los refugiados, una omisión que alimenta la incertidumbre y las tensiones en la región.
Organismos internacionales, como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, han señalado que este tipo de actos violan tratados internacionales sobre asilo y refugio, además de constituir una forma de tortura psicológica contra los perseguidos políticos. “El silencio cómplice de la comunidad internacional solo fortalece a regímenes como el de Maduro”, aseguró Erika Guevara-Rosas, directora para las Américas de Amnistía Internacional.
En tanto, los asilados continúan haciendo un llamado desesperado a la comunidad internacional para que intervenga de manera urgente. «No se trata solo de protegernos a nosotros, sino de marcar un precedente frente a la violación sistemática de derechos humanos», concluyó uno de los refugiados bajo anonimato. Mientras el cerco se estrecha, crece la preocupación por lo que podría significar un desenlace violento o un quiebre en la protección diplomática.