Imágenes satelitales confirmaron severos daños en la base nuclear subterránea iraní de Fordow, tras el ataque aéreo lanzado por Estados Unidos con bombas antibúnker GBU-57. La ofensiva también alcanzó los sitios de Natanz e Isfahan, marcando una intervención directa de Washington en el conflicto entre Israel e Irán.
El presidente Donald Trump afirmó que las instalaciones fueron “totalmente destruidas” y advirtió que si Irán responde, “habrá tragedia”. Desde Teherán, el régimen acusó a EE.UU. de iniciar “una guerra peligrosa” y prometió continuar con su programa nuclear. El canciller iraní Araghchi viajó de inmediato a Moscú para coordinar con Rusia, su principal aliado.
En respuesta al ataque, Irán lanzó 40 misiles sobre Israel —incluyendo el Khorramshahr-4— dejando más de 80 heridos y destruyendo parcialmente un edificio en Tel Aviv. Israel contestó con bombardeos sobre objetivos militares en el oeste iraní.
La comunidad internacional pidió contención, pero el conflicto continúa escalando con múltiples frentes abiertos y un clima de extrema tensión regional.