La política energética del gobierno de Milei enfrenta fuertes críticas, ya que, tras anunciar la “histórica” exportación de gas de Vaca Muerta y la reversión del gasoducto norte, el país ahora se ve obligado a importar gas de Bolivia y Chile. Aunque el gobierno presentó la reversión del gasoducto como una gran obra, se ha confirmado que no se completó, y el gas sigue fluyendo desde Bolivia. Mientras tanto, Argentina paga precios elevados por gas importado, que superan varias veces el costo del gas nacional, a pesar de que el sistema tiene capacidad para transportar más gas de Vaca Muerta.
Además, la triangulación de gas importado a través de Chile, un país que no produce gas, ha generado sospechas de corrupción, ya que Chile compra gas más caro y lo revende a Argentina con ganancias. Esta situación refleja una gestión energética ineficaz y cuestionada, ya que la producción interna podría cubrir la demanda sin necesidad de recurrir a importaciones a precios elevados.