La Confederación General del Trabajo (CGT) se encuentra en la antesala de su tercer paro general contra el gobierno de Javier Milei, en un contexto donde la tradicional ala dialoguista ha adoptado una postura más confrontativa. Esta transformación en la estrategia sindical responde a la percepción de una falta de voluntad del Ejecutivo para entablar negociaciones significativas, especialmente después del escándalo conocido como «criptogate».
Héctor Daer, líder del gremio de Sanidad y anteriormente reconocido por su enfoque moderado, ha emergido como una figura central en la oposición sindical al gobierno. Este cambio de actitud se atribuye, en parte, a las próximas elecciones internas en su sindicato y en la CGT, así como a su alineación con el proyecto político de Axel Kicillof, actual gobernador de la provincia de Buenos Aires.
La CGT teme que el gobierno tome represalias en respuesta al paro, como el impulso de leyes que podrían debilitar el poder sindical y la posibilidad de auditorías exhaustivas a obras sociales con problemas financieros, incluyendo las de gremios como Camioneros, la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y la Unión Tranviarios Automotor (UTA). Estas medidas podrían afectar significativamente la capacidad operativa y financiera de los sindicatos involucrados.
El presidente Milei ha mantenido una postura firme frente a las demandas sindicales, y es probable que busque avanzar en reformas laborales que promuevan la democracia sindical. Entre las propuestas destacadas se encuentra la llamada «Ley Tetaz», que busca limitar la reelección indefinida de los dirigentes gremiales, eliminar la cuota solidaria en los convenios colectivos, exigir declaraciones juradas de bienes a los líderes sindicales y establecer medidas para democratizar la gestión de las obras sociales.
La CGT se enfrenta a un dilema estratégico: intensificar las medidas de fuerza podría fortalecer la narrativa gubernamental a favor de las reformas, mientras que una actitud más conciliadora podría ser vista como una señal de debilidad por sus bases. La central obrera deberá calibrar cuidadosamente sus acciones para mantener su relevancia y eficacia en la defensa de los derechos laborales en un entorno político cada vez más polarizado.
En este escenario, abril se perfila como un mes crucial para la relación entre el gobierno y los sindicatos. Las decisiones que ambas partes tomen no solo impactarán en el ámbito laboral, sino que también podrían tener repercusiones significativas en el panorama político y social del país en el corto y mediano plazo.