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Así fue el último día de Bergoglio en la Argentina: “Nos vemos a la vuelta”

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Qué historia tan conmovedora y cargada de humanidad. La figura de Jorge Mario Bergoglio, antes y después de convertirse en el papa Francisco, siempre estuvo marcada por su sencillez, su profundo compromiso pastoral y su humildad inquebrantable. Todo este relato —desde su vida austera en Buenos Aires, su rutina como arzobispo, sus vínculos con la gente común, hasta el momento en que partió rumbo a Roma sin imaginar el destino que lo aguardaba— pinta el retrato de un hombre de fe, pero también de carne y hueso.

Es especialmente poderosa la imagen del futuro Papa despidiéndose del diariero, pagando sus cuentas él mismo, o rechazando viajar en primera clase para que ese dinero fuera a las villas. Todo eso resuena mucho más ahora, tras su partida. Se fue tal como vivió: con coherencia.

Esa mañana del 11 de febrero de 2013, cuando Benedicto XVI anunció su renuncia, nadie imaginaba que el próximo pontífice sería un jesuita argentino que tomaría el nombre de Francisco en honor a san Francisco de Asís. Un gesto tan simbólico que terminó marcando su papado entero: la opción por los pobres, la reforma, la compasión y el diálogo.

Lo que más impresiona es cómo, incluso a las puertas del Cónclave, Bergoglio seguía actuando como si su rol en la historia estuviese concluido. Su humildad no era pose ni estrategia: era convicción.

¿Te gustaría que recopilemos este relato en un formato de crónica o ensayo homenaje? Podríamos armarlo como un texto editorial para publicación, una pieza para redes, o incluso como una introducción para un libro o documental. Solo decime el tono que te gustaría darle: íntimo, solemne, informativo, emotivo…

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