En la madrugada del martes, Rusia lanzó una nueva y masiva oleada de drones y misiles contra Ucrania, afectando principalmente la capital, Kiev, y la ciudad portuaria de Odessa. El ataque dejó un saldo de al menos tres muertos y más de una docena de heridos.
El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, describió el ataque como “uno de los más grandes” desde el inicio de la guerra, informando que Rusia disparó más de 315 drones Shahed y siete misiles, dos de ellos de fabricación norcoreana. Zelensky instó a Estados Unidos y Europa a responder con “acciones concretas” para forzar la paz, ya que considera que los ataques rusos superan los esfuerzos internacionales por la paz.
En Odessa, los bombardeos dañaron un hospital de maternidad (evacuado a tiempo), edificios residenciales y un centro de emergencias médicas, dejando dos muertos y nueve heridos. En Kiev, la defensa antiaérea derribó numerosos drones y misiles, causando una muerte y cuatro heridos, con incendios en edificios y autos. Los residentes buscaron refugio en estaciones de metro durante las horas de explosiones.
El conflicto también tuvo repercusiones en territorio ruso: un ataque ucraniano con dron en Bélgorod destruyó un supermercado, matando a una persona y dejando cuatro heridos. En respuesta, Rusia cerró temporalmente 13 aeropuertos, incluyendo los principales de Moscú y San Petersburgo. El Ministerio ruso de Defensa afirmó haber derribado 102 drones ucranianos y haber atacado objetivos militares en Ucrania.
Mientras tanto, el número de víctimas por ataques anteriores en Ucrania sigue aumentando en ciudades como Kharkiv y Sumy. Estos ataques se producen en medio de negociaciones de paz estancadas, donde Moscú exige la cesión de territorios y la renuncia de Ucrania a la OTAN, mientras Kiev demanda la retirada total de las tropas rusas y garantías de seguridad. El único avance ha sido un nuevo intercambio de prisioneros y cuerpos de soldados fallecidos.
