La cadena de comida rápida Burger King, operada en Argentina por el grupo Desarrollos Gastronómicos (Desaga), ha puesto su operación local en venta, un movimiento que ha generado un “bombazo” en la industria alimenticia y de fast food. Esta decisión de desprenderse de la franquicia y sus 120 sucursales activas no solo marca un quiebre en la estrategia regional de la multinacional, sino que también subraya la profunda incertidumbre económica y la complejidad operativa que enfrentan las grandes cadenas en el país.
Según trascendidos del sector, la búsqueda de un nuevo player que asuma la representación y gestión de la marca en el mercado local se enmarca en un contexto de fuerte retracción del consumo y un aumento sostenido de los costos operativos, especialmente alquileres, insumos y cargas impositivas. Si bien Burger King es una de las marcas más reconocidas a nivel global, la rentabilidad en un escenario de alta inflación y restricciones cambiarias se ha vuelto un desafío considerable, lo que obliga a la casa matriz a reevaluar la estructura de sus negocios periféricos.
La eventual salida o el cambio de mando de Burger King se interpreta por analistas económicos como una señal de la dificultad que tiene el modelo de franquicias internacionales para sostener su escala en la Argentina. Aunque el sector de comida rápida se caracteriza por su resiliencia, con marcas como McDonald’s y Mostaza manteniendo una fuerte presencia, la cesión de la franquicia de Burger King podría estar abriendo una reconfiguración en la jerarquía del mercado de hamburguesas, obligando a los nuevos inversores a inyectar un capital sustancial.
La operación de venta no solo abarca las sucursales, sino también la vasta cadena de suministro, la gestión de personal (cientos de empleados) y los contratos de franquicia. Para el potencial comprador, el principal desafío no será solo mantener la posición de la marca, sino también navegar el complejo escenario macroeconómico, incluyendo el acceso a divisas para la importación de insumos clave que, si bien son mínimos, deben ser traídos al país para asegurar la estandarización global de los productos de la cadena.
Desde la perspectiva laboral, la transacción genera preocupación entre los empleados, aunque el traspaso de una franquicia de esta magnitud generalmente implica la continuidad laboral bajo la figura del nuevo operador. No obstante, las negociaciones entre el grupo Desaga y los posibles adquirentes serán cruciales para garantizar la estabilidad de los puestos de trabajo y el mantenimiento de las condiciones salariales, aspectos que serán observados de cerca por los sindicatos del sector.
La definición de un nuevo propietario para Burger King en Argentina será un termómetro para medir el apetito inversor real en el país. Si un grupo logra cerrar la operación y comprometerse con el desarrollo de la marca, podría indicar una apuesta a la estabilización económica de mediano plazo. De lo contrario, la noticia podría consolidar la percepción de que los costos y la volatilidad local están llevando a las grandes firmas internacionales a revisar críticamente su presencia en el mercado sudamericano.





