La industria alimenticia argentina enfrenta una nueva crisis regional con el cierre sorpresivo de la fábrica de galletitas Chiripe en General Pico, La Pampa. La medida dejó a 27 trabajadores en la incertidumbre tras la paralización total de la producción de una marca con fuerte arraigo local y regional. Este evento resalta la fragilidad de las economías regionales frente a la combinación de altos costos operativos, baja rentabilidad y la recesión económica.
Según fuentes sindicales, el cese de operaciones se habría producido por problemas financieros insalvables de la empresa propietaria, que no pudo sostener los costos de producción ni hacer frente a las deudas acumuladas. La situación se deterioró rápidamente, dejando a los empleados sin certezas sobre el cobro de sus salarios y las indemnizaciones correspondientes, a pesar de los años de servicio de gran parte del personal.
La planta de Chiripe era un actor importante en la economía de General Pico, siendo una fuente de empleo formal y una marca tradicional en el mercado de panificados. El impacto social del cierre es significativo, dado que la pérdida de 27 puestos de trabajo en una ciudad de menor escala tiene un efecto multiplicador en la comunidad, afectando directamente a las economías familiares en un momento de inflación alta y dificultad para reinsertarse laboralmente.
Desde el ámbito gremial, la Unión Obrera Molinera Argentina (UOMA) ha iniciado gestiones urgentes ante el Ministerio de Trabajo de la Nación y la provincia de La Pampa. El objetivo primordial es garantizar el pago de las liquidaciones finales y explorar, en última instancia, la viabilidad de un posible salvataje o reactivación de la fábrica bajo la figura de una cooperativa de trabajo, un modelo que ha permitido sostener fuentes de empleo en casos similares de quiebra empresarial.
Expertos del sector productivo señalan que los pequeños y medianos fabricantes de alimentos en Argentina han sido particularmente golpeados por la suba del costo de las materias primas (especialmente harinas y aceites, commodities cotizados en dólares) y los elevados costos de la energía y el transporte. La incapacidad de trasladar la totalidad de estos incrementos a los precios finales, debido a la caída del poder adquisitivo, estranguló la rentabilidad de muchas PyMEs.
El futuro de los 27 trabajadores de Chiripe y de la propia marca de galletitas pende de las negociaciones en curso. Más allá del drama individual de cada familia, el cierre de la planta de General Pico es un llamado de atención sobre la necesidad de implementar políticas específicas de apoyo financiero y fiscal para las industrias regionales de baja escala, que son cruciales para la diversificación productiva y el sostenimiento del empleo fuera de los grandes centros urbanos.





