La inesperada y temprana eliminación de Brasil en el Mundial Sub-20 de Chile ha desatado una ola de críticas feroces y un sentimiento de “vergüenza histórica” en los medios y la afición del gigante sudamericano. El pentacampeón del mundo en la categoría completó su peor campaña desde la creación del torneo, un fracaso que va más allá de lo deportivo y pone en tela de juicio el sistema de formación de talentos de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF).
La Seleção no logró superar la fase de grupos, un hito negativo que no registraba en su palmarés mundialista juvenil y que contrasta drásticamente con su habitual dominio en la categoría. Este desempeño se percibe como una crisis estructural en el fútbol brasileño, que tradicionalmente ha sido una factoría inagotable de jugadores, pero que ahora parece enfrentar serios problemas en la transición de talentos a nivel internacional.
Los principales diarios de Brasil no escatimaron en calificar la actuación como un “papelón” y un “desastre sin precedentes”. El análisis de la prensa especializada apunta a la falta de jerarquía en el plantel, los errores tácticos de la dirección técnica y una preocupante ausencia de carácter en momentos clave de los partidos. La generación actual de la Sub-20 no logró proyectar el peso de la camiseta, un factor que históricamente ha sido un activo fundamental para Brasil.
La repercusión de este fracaso tiene implicancias directas en la planificación futura de la CBF. Se espera una profunda revisión de la estructura técnica de las selecciones juveniles, así como del proceso de captación y desarrollo de los futbolistas. Este resultado pone presión sobre la cúpula de la Confederación para rendir cuentas sobre las inversiones y el método de trabajo que se implementa en las categorías formativas.
Según el consenso de los comentaristas deportivos brasileños, la falta de competitividad de la Sub-20 es un síntoma de problemas más profundos en la liga local y en la gestión de las jóvenes promesas. Muchos jugadores son exportados prematuramente o enfrentan una sobreexigencia que obstaculiza su crecimiento integral, dejando a la selección juvenil con un nivel por debajo de su potencial histórico.
La tarea de la CBF ahora será reconstruir la credibilidad y el proyecto deportivo de sus divisiones inferiores. Este revés en Chile obliga a un mea culpa institucional y a la implementación urgente de medidas que permitan recuperar el estándar de calidad que caracterizó al fútbol base de Brasil, garantizando que la próxima generación no repita la “vergonzosa” experiencia de la peor campaña mundialista.
