El gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, ha intensificado sus movimientos políticos con un doble objetivo: contener la efervescencia de la interna peronista y, simultáneamente, perfilarse con un discurso de alcance nacional de cara a las próximas elecciones. Este esfuerzo de consolidación coincide con la estrategia del Partido Justicialista (PJ) de capitalizar el “Caso Espert” como un elemento de desgaste contra el Gobierno nacional.
La tensión interna en el peronismo bonaerense se ha exacerbado por los resultados electorales recientes y la definición de candidaturas. Kicillof, considerado el principal referente de la oposición a nivel provincial, busca evitar fisuras que comprometan la unidad electoral. Su estrategia pasa por reforzar la gestión provincial y mostrar una imagen de liderazgo unificado, al tiempo que despliega una retórica crítica contra las políticas de ajuste del Gobierno central.
En este marco, la cúpula del PJ ha instruido a sus referentes a explotar al máximo el escándalo que involucra al diputado José Luis Espert y su respaldo por parte del presidente Javier Milei. La narrativa opositora se centra en señalar una doble vara moral del oficialismo en su lucha contra la corrupción y el narcotráfico, buscando erosionar uno de los principales capitales políticos de La Libertad Avanza (LLA) de cara a la ciudadanía.
Fuentes del justicialismo señalan que el objetivo no es solo la crítica coyuntural, sino reposicionar al peronismo como garante de la ética pública y de la defensa de los intereses nacionales. Kicillof, en particular, ha comenzado a sumar a su discurso la denuncia de un “modelo de ajuste y entrega” que trasciende la provincia, apuntando directamente a la macroeconomía y a la soberanía, en un intento de expandir su plataforma política más allá de la arena bonaerense.
El gobernador, considerado por analistas como uno de los activos más sólidos del peronismo para el futuro, está manejando con cautela su vínculo con las distintas facciones internas. El desafío es mantener la cohesión entre el kirchnerismo duro, el progresismo y los sectores más tradicionales del PJ, una tarea compleja en un contexto de recomposición política y ante la presión de los intendentes, que son actores clave en el armado territorial.
La convergencia de la presión interna y la ventana de oportunidad generada por el escándalo Espert obliga a Kicillof a un delicado equilibrio. Su capacidad para transformarse en un articulador nacional, manteniendo la base provincial y evitando la implosión de la interna, será determinante para el futuro del peronismo y su rol en la oposición al Gobierno de Milei en el mediano plazo.





