El Gobierno nacional ha elevado su optimismo electoral, proyectando una victoria en al menos siete provincias en las próximas elecciones legislativas, un pronóstico que, de materializarse, le permitiría consolidar un bloque parlamentario sólido para la segunda mitad de su mandato. Con este escenario de base, el foco estratégico de la campaña oficialista se ha trasladado de lleno a la provincia de Buenos Aires, donde el objetivo ya no es la victoria, sino la urgente necesidad de recortar la diferencia respecto al principal frente opositor, para minimizar el impacto político y la pérdida de bancas.
Según informes internos del comité de campaña, que manejan encuestas actualizadas y proyecciones de intención de voto por distrito, la administración actual confía en retener o conquistar bancas en territorios del interior, donde el apoyo a las reformas económicas ha sido históricamente más fuerte. Estas siete provincias, identificadas como “bastiones de apoyo”, se consideran fundamentales para asegurar la gobernabilidad, brindando al oficialismo la capacidad de negociar la sanción de leyes clave sin depender exclusivamente de acuerdos con fuerzas provinciales menores.
El verdadero campo de batalla, sin embargo, se libra en el principal distrito electoral del país, la provincia de Buenos Aires. Si bien el oficialismo reconoce la dificultad de imponerse a nivel provincial, el nuevo objetivo es estratégico y numérico: reducir el margen de derrota a menos de diez puntos porcentuales. Un resultado ajustado en la Provincia no solo se traduciría en menos pérdidas de bancas, sino que también atenuaría el mensaje de debilidad política del Gobierno en el distrito que define gran parte del mapa parlamentario.
Para lograr este recorte, el Gobierno ha intensificado su despliegue territorial y mediático, centrando el mensaje de campaña en los logros percibidos en la economía, como la baja de la inflación y la estabilidad del dólar, de acuerdo con fuentes del Ministerio de Economía. La estrategia pasa por movilizar a votantes históricamente indecisos y convencer a aquellos que, si bien son críticos del oficialismo, temen un regreso al pasado político, apelando a un voto de carácter “defensivo” que blinde las políticas actuales.
Analistas políticos señalan que el enfoque en la Provincia de Buenos Aires no es solo electoral, sino también narrativo. Si el oficialismo logra un resultado digno en el bastión opositor, podrá presentarse la misma noche de la elección como el ganador político de la jornada, aun si pierde en ese distrito. Por el contrario, una derrota abultada en el conurbano podría interpretarse como un claro rechazo a las políticas económicas, complicando la capacidad de negociación del Ejecutivo de cara a 2026.
En este pulso final, el Gobierno apuesta a que el “arrastre” de la figura presidencial y la polarización con el principal espacio opositor inclinen la balanza a su favor en los días decisivos. La capacidad de consolidar un bloque fuerte proveniente de las siete provincias proyectadas como propias y de limitar el daño en Buenos Aires definirá no solo el nuevo equilibrio de poder en el Congreso, sino también la solidez del mandato presidencial para encarar las reformas estructurales pendientes durante la segunda mitad de su gestión.





