Un informe privado de gran relevancia en el ámbito académico y económico ha proyectado que la tasa de pobreza urbana en Argentina se ubicó en el 30,7% para el período comprendido entre abril y septiembre de 2025. Este descenso, que consolida una tendencia a la baja observada desde el pico de la crisis de 2024, refleja una mejora significativa en los ingresos reales de los hogares frente al costo de las Canastas Básicas. Si bien la cifra implica que más de 9 millones de personas aún viven en situación de pobreza, el dato es interpretado por el mercado como una señal de que las políticas de estabilización macroeconómica están comenzando a generar un impacto tangible en el bienestar social.
Factores Clave en la Reducción de la Pobreza
La principal causa detrás de esta marcada reducción de la pobreza —que contrasta fuertemente con la tasa del 44,9% registrada en el mismo período de 2024— es el incremento real de los ingresos familiares en comparación con la evolución de los precios de las canastas básicas. Mientras que los ingresos familiares totales se incrementaron en una cifra superior al 60% interanual, las Canastas Básicas Total (CBT) y Alimentaria (CBA) aumentaron un 24% y 26%, respectivamente. Este desfasaje positivo, impulsado por una fuerte desaceleración inflacionaria en bienes esenciales, permitió a un segmento de la población superar la línea de pobreza.
La indigencia, que mide la porción de la población con ingresos insuficientes para cubrir la Canasta Básica Alimentaria, también mostró una significativa caída, pasando del 12,8% en el período abril-septiembre de 2024 al 7,1% en el mismo lapso de 2025. Esta mejoría en el índice más extremo de privación sugiere que la menor inflación en alimentos y el sostenimiento de programas de transferencias focalizadas están surtiendo efecto directo en los sectores más vulnerables de la pirámide social.
El Rol de la Desinflación y la Comparación Semestral
El informe, basado en proyecciones y metodología de centros de estudio como la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), destaca que la contención de la inflación, particularmente en los rubros de alimentos y bienes básicos, fue el ancla principal de la recuperación. Después de que la pobreza alcanzara un pico del 52,9% en el primer semestre de 2024 (un dato atribuido al impacto inicial de la devaluación y la aceleración de precios), la posterior estabilización económica permitió que los salarios e ingresos no regulados comenzaran a recuperar terreno perdido.
No obstante, las proyecciones privadas, si bien optimistas, deben ser leídas con la cautela que exige la metodología de cálculo y la comparación con los datos oficiales del INDEC. El último dato oficial de la pobreza, correspondiente al primer semestre de 2025, se ubicó en el 31,6%, por lo que la proyección del 30,7% para el período abril-septiembre consolida la tendencia decreciente y marca el valor más bajo de pobreza desde fines de 2018.
Este fenómeno de reducción, aunque celebrado, no debe ocultar la persistencia de una elevada brecha de pobreza. Los hogares que continúan bajo la línea no solo tienen ingresos por debajo de la CBT, sino que la distancia entre sus ingresos y el costo de vida se mantiene alta, lo que implica que la salida de la pobreza para estos 9,2 millones de personas requerirá no solo estabilidad macroeconómica sino políticas activas de generación de empleo de calidad e inversión social dirigida.
En conclusión, la reducción de la pobreza al 30,7% entre abril y septiembre de 2025 es un hito alentador para la gestión económica, reflejando el poder de la desinflación para recomponer el poder adquisitivo. Sin embargo, el desafío estructural de la pobreza, que se mantiene firme en el umbral del tercio de la población urbana, exige una mirada de largo plazo que trascienda la coyuntura y se enfoque en la creación de condiciones para un crecimiento inclusivo.





