.El presidente Javier Milei enfrenta un fin de semana decisivo que se extenderá hasta el lunes postelectoral, con la misión de redefinir la arquitectura de su Gobierno y nombrar a los reemplazos de ministros clave que migran al Poder Legislativo. La inminente reestructuración no solo responde a las bajas obligadas de figuras como Patricia Bullrich (Seguridad) y Luis Petri (Defensa), sino que también busca alinear el equipo con la segunda etapa de gestión, enfocada en impulsar reformas de “segunda generación” que requieren un engranaje político más aceitado y eficaz. La magnitud de los cambios sugiere una profunda revisión de roles y estructuras ministeriales.
Las vacantes más notorias se generan por el éxito electoral de sus funcionarios: Patricia Bullrich se encamina a ocupar una banca en el Senado por la Ciudad de Buenos Aires y Luis Petri haría lo propio en la Cámara de Diputados por Mendoza, sumándose a Manuel Adorni, ya electo legislador por la Ciudad. Esta circunstancia, si bien celebrada por la consolidación del espacio en el Congreso, obliga a Milei a actuar con celeridad para evitar vacíos de poder en carteras sensibles. En el caso de Seguridad, la actual ministra ha manifestado su intención de que Alejandra Monteoliva, una colaboradora de su extrema confianza, continúe con su impronta, una señal de la compleja transición que se avecina.
Sin embargo, el reacomodamiento trasciende los nombramientos obligados. El propio presidente ha transparentado que la reconfiguración del Gabinete está ligada al resultado que obtenga La Libertad Avanza en las urnas y la correlación de fuerzas que emerja en el Congreso a partir del lunes. Este rediseño, según analistas políticos, es crucial para enfrentar un “Congreso destituyente”, tal como lo definió Milei días atrás, un entorno hostil que exige una mayor pericia negociadora y capacidad de construcción de acuerdos transversales. El Ministerio del Interior, en este contexto, ganaría un peso estratégico vital para recomponer vínculos desgastados con los gobernadores y legisladores de provincias aliadas.
En los círculos de poder, se especula con una fusión de ministerios y una eventual promoción de figuras que hasta ahora operaron en las sombras, como Santiago Caputo, cuyo rol podría elevarse a un cargo con firma en el Ejecutivo. Este movimiento, si se concreta, indicaría una mayor institucionalización de su influencia en la estrategia de gobierno. La redefinición de la Cancillería, pese a la disposición de Diana Mondino a seguir acompañando, y la reubicación de la Jefatura de Gabinete también están en el centro del debate interno, buscando un esquema que no solo garantice la estabilidad macroeconómica, sino que también asegure la gobernabilidad.
La presión externa, especialmente de organismos de crédito y el Gobierno de Estados Unidos, que han brindado un fenomenal rescate al programa económico, se suma a la necesidad de mostrar un Gabinete sólido y capaz de sostener las reformas estructurales prometidas. El mercado estará atento a los nombres que se designen en carteras económicas y políticas, pues de ellos dependerá la credibilidad de la hoja de ruta en un contexto de altísima inflación y exigencias de ajuste fiscal. La capacidad de Milei para balancear lealtad ideológica con pericia técnica será la vara con la que se medirán estos cambios.
El lunes por la noche, con el escrutinio definitivo, el presidente iniciará la fase final de esta ingeniería política. El objetivo es claro: armar un equipo de gestión que pueda transformar la eventual victoria electoral en capital político para la “segunda etapa” de su mandato. Más que un mero recambio de sillas, la maniobra se lee como el intento de Milei de blindar su gobierno, fortalecer su cintura política y asegurar la viabilidad de las reformas más ambiciosas que requieren consenso, como la prometida reforma laboral. El futuro inmediato de la gestión se juega en las próximas 72 horas.
