El mercado cambiario argentino experimentó un repunte de tensión este martes, con el dólar retomando su senda alcista y consolidándose cerca del límite superior de la zona de no intervención fijada por el Banco Central (BCRA). La divisa estadounidense exhibió una demanda firme y sostenida, impulsada por una combinación de factores que van desde la búsqueda de cobertura preelectoral hasta la persistente incertidumbre macroeconómica, poniendo a prueba la efectividad del esquema de bandas cambiarias y su capacidad para anclar las expectativas inflacionarias.
La subida se da en un contexto de elevada volatilidad, donde el tipo de cambio oficial mayorista escaló posiciones, mientras que las cotizaciones paralelas, como el dólar MEP y el Contado con Liquidación (CCL), también reflejaron la presión compradora, aunque con una menor brecha respecto al dólar minorista. Esta dinámica sugiere que los agentes económicos están reconfigurando sus carteras ante la inminencia de un nuevo ciclo político, priorizando los activos que actúan como refugio de valor.
De acuerdo a expertos del sector financiero y analistas de mercado, el factor principal detrás de la firmeza del dólar es la acotada oferta de divisas en el segmento mayorista, en un período donde el ingreso de liquidaciones del sector agroexportador no logra compensar el apetito por cobertura. A esto se suma el desafío permanente del BCRA para acumular reservas netas, un indicador clave para evaluar la sostenibilidad del esquema cambiario y la confianza en la política monetaria.
Un informe reciente del Ministerio de Economía subraya que la persistencia del alza de la divisa se inscribe en un escenario de inflación aún elevada, que erosiona el poder adquisitivo de la moneda local y motiva la dolarización de carteras. Las bandas cambiarias, diseñadas para contener la volatilidad dentro de un rango predefinido, enfrentan el riesgo de que la cercanía al techo provoque intervenciones más activas del Tesoro o del BCRA, generando señales encontradas en el mercado.
Las implicancias de esta renovada presión cambiaria son directas sobre la estructura de costos de la economía, particularmente en el sector importador y en aquellos que dependen de insumos dolarizados, lo que podría reavivar la inercia inflacionaria. El mercado está atento a la postura del Tesoro, que tiene la facultad de intervenir en cualquier punto de la banda, a diferencia del BCRA, cuya acción está restringida al piso y el techo, lo que introduce un elemento de discrecionalidad en la gestión del tipo de cambio.
En perspectiva, la estabilidad cambiaria dependerá no solo de la gestión macroeconómica post-electoral, sino también de la capacidad de la política monetaria para generar rendimientos atractivos en pesos que incentiven el carry trade y desalienten la dolarización. Si el dólar se consolida sistemáticamente cerca del techo de la banda, el debate sobre una posible recalibración del esquema, ya sea mediante una devaluación o un ajuste en la tasa de crawling peg, se intensificará en los próximos meses, condicionando las proyecciones económicas para el inicio del próximo año.





