Una intensa búsqueda que movilizó a autoridades y a la comunidad en Ezeiza concluyó con un desenlace fatal: Nicolás Tomás Duarte, el adolescente de 18 años desaparecido desde la madrugada del sábado, fue encontrado sin vida. El cuerpo fue hallado en las inmediaciones del arroyo Aguirre, a unos 120 metros del puente precario por el que se presume que transitó por última vez. Este trágico descubrimiento pone fin a la incertidumbre, confirmando la hipótesis de un accidente en medio de las fuertes precipitaciones que azotaron la zona.
Nicolás, apodado “Rey” por su círculo cercano, había sido visto por última vez en la madrugada del sábado, horas después de salir de su casa en Tristán Suárez para ir a bailar con amigos a un local de la zona. Su salida del boliche, captada por cámaras de seguridad a las 4:10, coincidió con el peor momento de las tormentas en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), un factor que, según los investigadores, complicó fatalmente su retorno a casa.
La reconstrucción de su recorrido fue clave para el operativo. Mediante el análisis de cámaras de seguridad, la Policía Bonaerense logró establecer que el joven caminó en soledad por tramos de la ruta 205. Un informe preliminar indicó que Duarte fue visto con “signos compatibles de ebriedad y desorientación” a las 5:20 de la mañana, mientras se dirigía a pie hacia su domicilio.
Una de las últimas y más importantes pistas provino del testimonio de un chofer de un camión recolector de residuos. El trabajador afirmó haber avistado a Nicolás cerca de las 8 de la mañana en las inmediaciones de la calle Las Araucarias, notando que presentaba una herida en el labio. Según su declaración, el adolescente rechazó la oferta de asistencia y continuó su camino, siendo captado por una última cámara dirigiéndose hacia el puente sin barandas sobre el arroyo Aguirre, donde finalmente se perdió su rastro.
La Fiscalía Descentralizada N°1 de Ezeiza, a cargo de Florencia Belloc, maneja la teoría del accidente como la principal causa de muerte. La fuerte crecida del arroyo Aguirre y la ausencia de barandas en el precario puente sugieren que el joven, en estado de desorientación y bajo condiciones climáticas adversas, pudo haber resbalado y caído al caudal de agua, cuyo arrastre se vio magnificado por las intensas lluvias de la madrugada.
El caso de Nicolás Duarte, si bien parece cerrarse como una muerte accidental, resuena como una advertencia sobre los riesgos que combinan la vulnerabilidad personal en las madrugadas y la infraestructura deficiente en zonas urbanas. Mientras se esperan los resultados de la autopsia para confirmar la mecánica y la data del deceso, la tragedia subraya la urgente necesidad de revisar y asegurar estructuras públicas peligrosas, como puentes sin protección en áreas de tránsito, a fin de prevenir futuros desenlaces fatales.
