l Banco Central de la República Argentina (BCRA) concretó la activación de un tramo del acuerdo de swap de monedas con el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, utilizando los fondos para dos propósitos centrales: afrontar el reciente vencimiento de intereses con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y, previamente, restituir dólares empleados en el mercado cambiario para contener la volatilidad antes de las elecciones legislativas de medio término. Esta operatoria, que movilizó cerca de USD 2.800 millones, evidencia la persistente fragilidad en la posición de reservas internacionales que enfrenta la gestión económica del gobierno.
Según fuentes con conocimiento directo de las transacciones, el monto activado se enmarca dentro del límite máximo oficializado de USD 20.000 millones. Del total utilizado, unos USD 796 millones se destinaron específicamente a la compra de Derechos Especiales de Giro (DEGs) necesarios para cancelar un vencimiento de intereses con el FMI la semana pasada. Esta maniobra subraya la dependencia de Argentina de líneas de financiamiento externas para cumplir con sus obligaciones internacionales en el corto plazo.
La porción restante del swap, cercana a USD 1.900 millones, tiene una naturaleza diferente y se vincula directamente a la estabilidad política y cambiaria. Estos dólares sirvieron para restituir los pesos que Estados Unidos había adquirido en el mercado local antes de los comicios de octubre, en una intervención destinada a contener la presión sobre el tipo de cambio y evitar que la volatilidad impactara negativamente en el resultado electoral del oficialismo. El secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, confirmó el uso del tramo y señaló que la operación representó una ganancia para EE.UU., además de un intento de “estabilizar a la Argentina”.
Desde la óptica contable del BCRA, el impacto de estas maniobras se reflejó en su balance semanal: se observó una reducción en las letras emitidas en moneda local (equivalentes a los USD 1.900 millones utilizados por Bessent) y un aumento simultáneo de USD 2.800 millones en el rubro de “otros pasivos”, donde se contabilizan este tipo de operaciones de swap. Este movimiento pone en evidencia cómo la autoridad monetaria recurrió a instrumentos de corto plazo para maquillar temporalmente la escasez de divisas y financiar obligaciones impostergables.
Sin embargo, la activación del swap agrava el incumplimiento de la meta de acumulación de reservas netas exigida por el FMI. Según estimaciones de consultoras privadas como Eco Go, con este nuevo pasivo a corto plazo, la distancia para alcanzar el objetivo de reservas con el organismo internacional se elevó a más de USD 10.000 millones, dificultando el camino hacia la próxima revisión del programa. El análisis de Portfolio Personal Inversiones (PPI) incluso sugiere que, al incorporar estos fondos como pasivos a corto plazo, las reservas netas caerían nuevamente a terreno negativo.
El escenario obliga al BCRA a priorizar la recomposición de sus activos externos. Si bien la intención comunicada a inversores es retomar la compra de reservas el próximo año, supeditada a la evolución de la demanda de dinero, el desafío inmediato reside en la renegociación del sendero de acumulación con el FMI, que ahora parece inalcanzable. La activación del swap con EE.UU., si bien proveyó un alivio puntual para pagos y volatilidad, se convierte en un nuevo pasivo que subraya la urgencia de generar un flujo genuino de divisas y alcanzar un plan de estabilización que no dependa de intervenciones extraordinarias.





