La frágil calma en la frontera entre Camboya y Tailandia ha sido rota por un nuevo y grave incidente, con ambos países acusándose mutuamente de utilizar la fuerza y, específicamente, de disparar contra civiles inocentes. Este repunte de la tensión, que se produce apenas dos días después de que Bangkok suspendiera un reciente acuerdo de paz, amenaza con desestabilizar la región y pone en evidencia la persistente volatilidad de las disputas territoriales no resueltas en el Sudeste Asiático.
El primer ministro de Camboya, Hun Manet, denunció públicamente que un ciudadano camboyano ha fallecido y otros tres resultaron heridos por disparos supuestamente efectuados por el Ejército de Tailandia en la zona limítrofe. El mandatario, a través de un comunicado en redes sociales, instó a Tailandia a “dejar de hacer uso de la violencia contra civiles camboyanos inocentes” y subrayó que estas acciones “violan el Derecho Internacional y van contra los principios humanitarios” de los acuerdos bilaterales de distensión.
La versión de las autoridades tailandesas, sin embargo, contradice el relato de Phnom Penh, sosteniendo que fueron militares camboyanos quienes iniciaron el fuego hacia territorio tailandés. Este intercambio de acusaciones ha escalado rápidamente, ocurriendo inmediatamente después de que Tailandia anunciara la suspensión de la declaración conjunta firmada en Kuala Lumpur en octubre, un pacto que buscaba la desescalada, como respuesta a la explosión de una mina terrestre que hirió a varios de sus soldados.
La reactivación del conflicto se enmarca en una histórica disputa territorial, gran parte de ella centrada en áreas circundantes al templo Preah Vihear, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Si bien el diferendo sobre el templo ha sido formalmente resuelto en tribunales internacionales, las delimitaciones fronterizas en áreas adyacentes permanecen sin ser totalmente demarcadas, creando un “statu quo” volátil que es constantemente desafiado por incidentes de seguridad y movimientos militares.
El primer ministro camboyano no solo exigió el cese de la violencia, sino que también solicitó “una investigación independiente sobre este incidente” y apeló a “las partes cualificadas a nivel internacional” para establecer la verdad y llevar a los responsables ante la justicia. Esta petición de mediación internacional subraya la desconfianza bilateral y la incapacidad de las partes para resolver la crisis de manera autónoma, un factor que podría llevar el tema a la órbita de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN).
A pesar del endurecimiento de las posturas y la reanudación de las hostilidades verbales, Camboya reafirmó su compromiso con la resolución pacífica de las cuestiones fronterizas, según la declaración de Hun Manet. No obstante, expertos regionales advierten que, mientras las disputas de soberanía de fondo no sean abordadas con soluciones definitivas y verificables, la paz entre los dos vecinos seguirá siendo estructuralmente frágil y susceptible a la explosión de incidentes menores con consecuencias civiles.





